
Desde las montañas el día más inesperado y esperado a la vez, Abrí los ojos entre las alturas y me di cuenta de inmediato que ellos me miraban desde abajo, y un gran suspiro del viento se entrelazo conmigo y entendí de manera más rápida que cuando un centellazo se autodestruye por su propio sonido, que decía ¿Que sería de la podredumbre con tu ausencia? Callé, luego remití: La podredumbre que siempre ha sido; sin titubeos ni traición a mi ligera conciencia. Pero un gran chillido refuta mi albedrio y entendí de inmediato que eran las fieras que se encontraban en la base de mi solsticio, queriendo apoderarse de mi exactitud sin siquiera haberse consumido en sus conciencias, muy rápido sucumbí sin gesto. Entendieron que los cerdos son del barro eternamente. ¿Acaso no se han dado cuenta del mísero fango que resquebraja su existencia ya consumida? lo que queda son esas migajas que se dividen en codicia, traición, hipocresía, vanidad y que si sigo clasificando sus migajas las nauseas se volverán celosas en mi estomago ¿Cómo se atreve el ave fluir entre la serpiente? La culpa como el suicidio encárnese automáticamente, oh me he de dado cuenta de lo que me faltaba, la muchedumbre justificará mis ideas sin contacto alguno con sus migajas. Sonreí y me di cuenta que la naturaleza sabía que mi existencia seria justificada por aquellos a los que me compadezco, difiero y son dignos de mi repugnancia, ¡sabía que la naturaleza no se había equivocado! Y subí a la cresta de la montaña.
Díaz Betancourt Maroc Kharin
El comienzo.
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